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Quinto Deslizamiento de Álvaro Bisama

Columna de opinión sobre Germán Marín:

Quinto Deslizamiento de Álvaro Bisama

Publicado el 18/06/2014
En este quinto Deslizamiento que nos entrega Álvaro Bisama nos habla sobre la obra de Germán Marín.

Una casa

Por Álvaro Bisama

Germán Marín (1934) acaba de publicar "Tierra amarilla", una novela sobre un periodista que se pierde en el Norte Chico y ahí encuentra la violencia y el desamparo, en medio de prostíbulos, paisajes yermos y viejos fantasmas militares. A ratos lo que se cuenta parece una pesadilla. El narrador es secuestrado y torturado, queda herido y se enamora de una prostituta; mientras, el paisaje lo desmantela como si fuese un muñeco de trapo. Pero aquello no es el corazón de la novela sino el lento abandono al que el protagonista se entrega. En "Tierra amarilla" el territorio transfigura al narrador y su sentido del tiempo, como si toda urgencia quedara soslayada en el modo en que se espera la nada. Pero hay algo inquietante en el libro: cierta condición casi fantasmal de quien lo narra. Antes que estar atrapado en el presente, el narrador deambula como un espectro, un alma en pena que vaga por el país, recordándole al lector la cercanía que puede haber entre la melancolía y la rabia.

Esa cercanía está en el resto de los libros de Marín, que recién cumplió 80 años y es el autor de una obra insobornable e incómoda pues sus libros -violentos, terribles, casi siempre llenos de mala leche- son uno de los pocos puentes vivos con cierta clase de memoria íntima de nuestra identidad. De este modo, a lo que apuntan novelas magníficas como "El palacio de la risa", "Círculo vicioso", "La ola muerta" o "El guarén" es justamente a la renovación de ese lazo quizás atroz y siempre triste con el pasado de un país que cree que su único tiempo es el presente.

Esto quizás se deba a que si bien Marín empezó a publicar con regularidad en la década del noventa, su narrativa parece venir desde mucho más atrás, desde la década del cincuenta, desde esos últimos estertores de un Chile que él describe con una nostalgia quebradiza y llena de sospechas. Ahí, una novela como "El palacio de la risa" resulta relevante. El argumento es sencillo: un hombre que retorna del exilio visita Villa Grimaldi. Mientras pasea por el lugar, relata la historia de la casa que una vez estuvo ahí. La casa perteneció a la familia de un amigo suyo, luego se transformó en discoteca y, después, en centro de tortura. Así, la arquitectura de los espacios interiores (tan apreciada y revenida en nuestra narrativa) va paulatinamente poblándose de horror, avanzando en un día que resume medio siglo.

Novela feroz y perfecta, "El palacio de la risa" fue publicada en 1995 pero parece haberse estado escribiendo desde mucho antes. "El pasado, el que al parecer nadie quería, pues, de acuerdo a lo que había captado, aquel tiempo ya no representaba nada en la vida actual de los chilenos", anota el narrador, que lucha contra el olvido, glosando la historia del lugar como un modo de narrarse a sí mismo, de encontrar su lugar en ese relato que es personal pero también colectivo. Por ahora, a mí me parece que el libro, que a casi veinte años de editado sigue vigente, puede ser leído como una de las mejores novelas escritas sobre la dictadura, pero también como una especie de resumen feroz sobre las relaciones entre los tropos literarios locales y la historia de Chile. Como en el resto de la obra de Marín, están acá la arquitectura y la lengua del país, ambas transfiguradas en el fulgor de una poesía amenazante, de un mundo quebrado que acaso tiene el esplendor de un monumento secreto. La historia de novela es la historia de la casa pero también la historia de la casa es la historia de Chile.