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SEXTO DESLIZAMIENTO DE ÁLVARO BISAMA

Columna de opinión sobre Homero Arce y Pablo Neruda:

SEXTO DESLIZAMIENTO DE ÁLVARO BISAMA

Publicado el 02/07/2014
En este sexto Deslizamiento títulado Friend zone, Álvaro Bisama nos invita a mirar con detenimiento la relación entre Pablo Neruda, su secretario y amigo Homero Arce y los amores de ambos.

Friend zone

por Alvaro Bisama

Nunca he entendido por qué nadie ha escrito alguna ficción sobre la vida de Homero Arce. Arce fue amigo y secretario de Neruda. Su labor, desde la década del cincuenta fue transcribir a máquina los dictados del autor de "Canto general". Se habían conocido varias décadas antes, habían sido hermanos en la bohemia de los años veinte. Habían sobrevivido en una ciudad extraña, devorando la noche en medio de gobiernos que se desarmaban, a través de una década donde Neruda había pasado de ser un poeta desconocido del sur a una especie de estrella difusa de la literatura de aquellos años. Arce venía del norte y trabajaba en Correos de Chile. Neruda no trabajaba en nada, vivía al día, esperaba huir del país, tomar aire. Por supuesto, su vida sexual era una comedia de equivocaciones. "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", el libro que lo hizo famoso en aquellos años está dedicado a varias muchachas y puede ser leído en clave a partir de sus relaciones con ellas. Una se llamaba Laura Arrué. Era profesora y Neruda trató de que se fugaran juntos. No sucedió. Arce estaba enamorado de ella en silencio. Arce estaba casado y tenía hijos. Neruda al final se fue a Rangún como cónsul, un destino ignoto que tenía más de pobreza que de exotismo. Desde allá le escribió a la muchacha pero sus cartas nunca llegaron a destino. En el correo, Arce las escondió y nunca se las entregó a Arrué. Ella creyó que Neruda la había olvidado. Eventualmente, sí lo hizo: Neruda se casó y tuvo varias vidas más. Arce salió de la friend zone y enamoró a Arrué y ella se enamoró de él y luego él dejó todo y se fueron a vivir juntos. Estuvieron así por más de cuarenta años. No tuvieron hijos. Arce se volvió luego el secretario de Neruda. En algún momento, la verdad se supo pero había pasado el tiempo. Nada se quebró o si lo hizo fue en un tono sordo, como un drama silencioso que no impide que la vida siga su curso. Arce publicó un par de libros. Era un maestro del soneto. A comienzos de la década del setenta, acompañó a Neruda a recibir el Nobel. Neruda le dictó sus memorias. Entremedio, Matilde Urrutia empezó a despreciar o sospechar de Arce: entre muchas cosas, pensaba en él como uno de los aliados que había lanzado a su marido a los brazos de su sobrina Alicia, con la que lo había pillado infraganti. En 1973, vino el golpe de estado y Neruda murió una semana después no sabemos si de cáncer o envenenado una clínica. Matilde Urrutia tomó el control de las memorias, el final cut de "Confieso que he vivido". Arce fue alejado del proceso. Hay una discusión que sigue hasta el día sobre la naturaleza y la veracidad de las páginas finales de ese libro, dictadas en el borde exacto de catástrofe, en un país donde ha empezado la guerra sucia. Arce murió en 1977. Fue secuestrado por desconocidos y golpeado. Los desconocidos probablemente fuesen agentes de la DINA. Arce volvió a su casa perdido y agonizante. Murió en un hospital público. Laura Arrué falleció en 1986, en un incendio. Arce no aparece mencionado en "Confieso que he vivido", libro que ayudó a redactar. Tampoco aparecen ahí otros amigos de Neruda, todos expurgados por la furia de la viuda. Aquel libro, que es un testimonio del siglo pasado también puede ser leído como una cronología de hechos luminosos pero también de silencios atroces. Por lo mismo, se me ocurre ahora que habría que acercarse a ese volumen como si se tratase de una especie de escritura secreta de Arce, él es una sombra que ordena las ideas, la respiración tras la respiración de Neruda. Ahora mismo, en estos días en que se descubrió una veintena de poemas inéditos de Neruda, para mí es imposible no pensar en Arce: todos los poemas están mecanografiados. También es imposible no anotar fragmentos del soneto que Neruda le dedicó a Arce a mitad de los sesenta, algo que puede ser a la vez un retrato pero también un reflejo: "Cuántos te ven, y no conocen cuánto/ conoces tú, y no saben el encanto/ de tu tranquilidad en movimiento".